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Edgar Degas (1834-1917). La vida del pintor parisino no contiene drama. Como hijo mayor de una familia rica pudo el cínico, solitario snob dedicar toda su vida al arte. Por otra parte, permaneció soltero porque «hay amor y trabajo, y sólo tenemos un corazón.» En sus primeros trabajos reconocemos su formación clásica, y en particular las líneas severas tan admiradas por él del Ingres. Dentro del grupo de artistas que bajo la dirección de su amigo Monet se reunian en el Café Guerbois él tomó una posición independiente. Su cinismo y lengua afilada le hicieron muy difícil de compartir muchas de las ideas de Zola, Renoir y Monet. A pesar de que él era un enfático «realista independiente» , estaba fuertemente ligado a la revolución impresionista. Los temas y técnicas por él desarrolladas formaban la síntesis entre el arte tradicional y moderno. En 1874 organizó el con Monet la primera exposición de los «independientes», llamada por primera vez por un crítico como «los impresionistas. Sin embargo, él continuó sentiéndose como realista sin ser sentimental «de la inspiración, espontaneidad y temperamento, no sé nada.» Con fotos como un recordatorio de memoria se encerró en su estudio, mientras que los otros, con la pintura recientemente disponible en tubos salían a pintar al exterior. A Degas le parecía una tonterías, «la pintura no es un deporte». También: «Yo no tiendo a caerme de desmayado cuando me encuentro entre la naturaleza.» Después de cumplir los cincuenta años empezó por primera vez en tener problemas de dinero aparte de perder parte de su vista. Según Renoir, sin embargo, vemos entonces en sus obras, «el verdadero Degas». Degas se le preguntó a sí mismo: «Todo el mundo puede tener a sus cincuenta años talento, lo importante es tener a los cincuenta talento.»
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